jueves, 31 de diciembre de 2009

HAIKU


Os deseo un feliz año 2010 y que sea muy generoso con todos vosotros.


Termino el año con un haiku :



Regreso al templo.
Qué lejos la inocencia
del primer rezo.





miércoles, 30 de diciembre de 2009

MURASAKI SHIKIBU (hacia 973-1019)


encuentro inesperado:
cuando me preguntaba
si era él o no era,
la luna se ocultó de repente
por detrás de una nube




domingo, 27 de diciembre de 2009

HAIKU




Creció en un día
el hongo en la maceta.
Murió en un día.






jueves, 24 de diciembre de 2009

CUENTO


Os felicito a todos con este breve cuento infantil, dedicado a los niños que llevamos dentro.


UNA FIESTA DE NARICES

Cuando el Sr. Nariz llegó a casa, olió desde la puerta su asado favorito. "¡Pavo de Nochebuena!", exclamó aspirando profundamente.

La Sra. Narizona salió a recibirle algo irritada por los humos. "¡Vienes todo mojado!", le gritó. "Es que me he resfriado...", contestó él, acercándose a la estufa. "¡Haberte puesto la bufanda!", resopló ella, volviendo a la cocina.

Sonó el timble. Era el abuelo Narizotas, flaco y encorvado, con un enorme gorro de Papá Noel. "¡Qué bien huele!", dijo con voz gangosa y luego estornudó: "Atchííísss...!". "¡Ya está el abuelo con las alergias!", murmuró la Sra. Narizona, secándose la cara con el delantal.

El siguiente en llegar fue el joven Napia, con la piel llena de granos. "¡No te has puesto la pomada del acné!", le reprochó su madre mientras servía la cena sobre un mantel almidonado.

"¡Esto está de narices!", declaró el Sr. Nariz, abriendo las aletas glotonamente.

"¡Qué aroma!", exclamó Napia, inclinándose sobre el plato.

"¡Y qué buena está la sopa!", dijo el abuelo. "¡Atchííísss...!"

"¡No sorbas!", le gritó la Sra. Narizona. "¡Usa el pañuelo!"

Al descorchar el champán, el joven Napia comenzó a reír. "¡Huy, me hace cosquillas!". Todos rieron divertidos y brindaron rojos como pimientos.

Por fin llegó el momento de los regalos: montones de cajas de pañuelos grandes, pequeños, blancos, de colores, húmedos, secos, mentolados... Y un vaporizador para el abuelo.

Cantaron villancicos y, al terminar al fiesta, el joven Napia se fue a visitar a su amiga Naricilla, recién operada, dejando a los tres pares de narices roncando ante la tele.


martes, 22 de diciembre de 2009

ONO NO KOMACHI (S. IX)



el color de las flores
se va desvaneciendo:
así pasa mi vida, vanamente,
envuelta en tristes pensamientos,
viendo caer las largas lluvias



(de: Cien poetas, cien poemas - Hyakunin Isshu -Edit. Hiperión)

sábado, 19 de diciembre de 2009

HAIKU




Luz de la tarde.
En el viejo sillón
nadie se sienta.




miércoles, 16 de diciembre de 2009

HAIKU


En mi balcón,
recogido jardín,
soy flor, soy pájaro.

martes, 15 de diciembre de 2009

TANKA


Poco dinero.
Entro en la pequeña
verdulería.
Las naranjas baratas
alumbrarán la mesa.

sábado, 12 de diciembre de 2009

HAIKU





Entre los juncos
al fondo del barranco,
un borboteo.


jueves, 10 de diciembre de 2009

HAIKU



Surcos y cañas.
Un huertecito en medio
de la ciudad.

martes, 8 de diciembre de 2009

MANTIS



¿Por qué acepto más al lagarto,
desnudo sobre el muro,
que a la siniestra mantis disfrazada?

Tal vez porque me asusta
que una tierna ramita de hojas verdes
resulte ser, de pronto,
un extraño animal que observa el mundo
con dilatados ojos, semejantes
a gotas de rocío.

Que una hoja caída en la maleza
enmascare sus patas espinosas
con la luz inocente del otoño,
para atrapar la vida y devorarla
en su mortal abrazo.

domingo, 6 de diciembre de 2009

CHIYO (1701-1775)


A quien la corta
le otorga su perfume:
flor del ciruelo.


(de Jaikus inmortales - Traduc. Antonio Cabezas - Editorial Hiperión)


viernes, 4 de diciembre de 2009

VIENA: EL TERCER DÍA


Viena brillaba espléndida en Noviembre. Por todas partes sus árboles dorados acompañaban mis paseos por amplias avenidas, brumosos jardines, bosques de leyenda. Era mi primer viaje en solitario, un reto que me había planteado a mí misma y que estaba cumpliendo, a pesar de sentirme a veces asaltada por una intensa sensación de inseguridad.

Había escogido Viena seducida por las imágenes de "El tercer hombre", como si pudiese internarme en la inquietante atmósfera de la película y descubrir a Orson Wells semioculto por la sombra de un portal, con un gato acurrucado a sus pies.

Aprendí a conocer Viena paso a paso, evitando subir a los ligeros tranvías que circulan por el Ring, prefiriendo el contacto de sus duros adoquines bajo mis pies, el aire misterioso de sus calles, con sus cafés acristalados brillando en cualquier esquina, donde solía detenerme a tomar un té acompañado de exquisita tarta de manzana. Cafés de elegante decadencia, en los que suenan suaves melodías interpretadas al violín y al piano, en medio de discretas conversaciones.

El tercer día de mi estancia era domingo. Tras mi paseo habitual, esta vez visitando el espectacular Museo de Ciencias Naturales, donde me sentí transportada al remoto pasado, acudí al Café Central, que encontré cerrado.

No podía, pues, despedirme de la tarta de manzana ni del grato bienestar de su interior. Opté por otro pequeño bar en la Herrengasse (así se llama la calle), donde sonaba música estridente y un grupo de hombres de aspecto rudo e informal charlaban en torno a una barra. Aunque dudé al principio, me decidí a entrar para celebrar mi despedida de Viena con un vino del Rin. Me senté en una mesa apartada del grupo y una joven camarera me sirvió una copa de vino frío con una sonrisa. Algo cohibida, saqué mi pequeño cuaderno y me puse a relatar por escrito mi experiencia de aquel momento. Me sentía observada, pero al rato los hombres ocuparon una gran mesa alejada de la mía, donde comenzaron a brindar y reír ruidosamente. Sonó entonces un alegre vals y ante mí aparecieron dos de aquellos hombres que, con un gesto galante, me invitaron a bailar. La camarera contemplaba la escena desde el mostrador, junto a otra mujer que parecía ser la dueña. En estos casos, suelo ser más atrevida de lo que aparento y decidí aceptar la invitación. Me levanté y bailé enlazada por los brazos de aquellos hombretones, ante las sonoras exclamaciones de sus compañeros. Al terminar la pieza, me devolvieron a mi mesa y se despidieron con una sonrisa. Todo sucedió en silencio, al no conocer yo su idioma.

La camarera entonces se acercó con un platito de dulces caseros, diciendo en inglés que me lo ofrecían aquellos hombres que, añadió, estaban celebrando la Navidad. "¿La Navidad en noviembre?", pregunté. Ella me explicó que eran barreneros de Viena y que, al no poder coincidir en Navidad por sus turnos de trabajo, habían decidido celebrarla por adelantado.

Salí del bar asombrada y alegre, con un paquete de dulces envueltos en papel de plata, "pasteles elaborados por ellos mismos", según me informó la camarera.

Al acercarme a la Ópera por las oscuras calles solitarias, tuve la segunda sorpresa de la tarde. Había renunciado a asistir a los conciertos, pensando en la dificultad de conseguir entradas. Pero al acercarme al teatro pude oír nítidamente la potente voz de un tenor propagándose por el aire nocturno. Al doblar la esquina descubrí un enorme escenario levantado en plena calle y rodeado por un numeroso grupo de oyentes atentos, sosteniendo vasos de ponche caliente que ofrecían desde unas mesas junto al teatro. Me detuve hipnotizada bajo los focos de aquel insólito espectáculo, emocionada al poder escuchar a magníficos cantantes que, por turnos, salían a ofrecer sus arias a los transeúntes. Aquello no era un sueño, era real. La ópera salía a la calle para celebrar el 50º aniversario de su reapertura.

Tantas sorpresas en una sola tarde me abrumaban. Con la música resonando en mis oídos y apretando en mi bolso el paquete de dulces navideños, regresé al hotel entusiasmada. Mi inseguridad se había esfumado.

No había encontrado al "tercer hombre", pero Viena, generosa, me había colmado de inesperados regalos el tercer día.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

HAIKU


La judería.
Por los tejados se oye
cantar un gallo.